sábado, 16 de enero de 2016

Sí a la creatividad.

La sociedad en la que vivimos destruye la creatividad. La tritura y la sepulta bajo capas y capas de responsabilidad y de tiempos. Nos formamos con un sistema
educativo diseñado para que salgamos siendo todos iguales, grandes memoristas pero sin capacidad creativa, crítica o de pensamiento propio. Alguna vez,
algún grandioso docente con vista de halcón se da cuenta que alguien tiene algo más que explotar y lo incita a hacerlo, aunque quien podría exigirles más
vista con la cantidad de trabajo que tienen encima.




Los padres tampoco suelen fomentar la creatividad de sus hijos debido a la creencia de que lo que da
de comer es ser ingeniero, médico, abogado o cualquiera de esas cosas, no músico, dibujante, escritor o fotógrafo. Ningún padre quiere que su hijo se muera
de hambre. Pero entre tanta necesidad de comer, tanta obligación de ir a la universidad al cumplir los 18 años y tanta urgencia por encontrar un trabajo
lo suficientemente lucrativo, la felicidad y la creatividad mueren apaleadas. Yo este curso me propuse seguir mis propios tiempos y trabajar con mi creatividad,
tan maltratada en los últimos años. No sé que tal me irá en un futuro, pero por el momento soy feliz.

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